Capítulo 1 - La Unidad de Dios
ESCUCHA, O Israel: el Señor nuestro Dios es un solo Señor.
Escucha, O Israel:
Escucha, O hombre hecho de la misma sustancia de Dios:
¡Tú y Dios son uno e indiviso!
El hombre, el mundo y todo lo que hay en él son estados condicionados del único incondicionado, Dios. Tú eres este uno; tú eres Dios condicionado como hombre. Todo lo que crees que Dios es, tú eres; pero nunca sabrás que esto es verdad hasta que dejes de afirmarlo de otro y reconozcas que este otro aparente eres tú mismo.
Dios y el hombre, el espíritu y la materia, lo informe y lo formado, el creador y la creación, la causa y el efecto — tu Padre y tú son uno.
Este uno, en quien todos los estados condicionados viven y se mueven y tienen su ser, es tu YO SOY — tu conciencia incondicionada.
La conciencia incondicionada es Dios, la única y verdadera realidad. Por conciencia incondicionada se entiende un sentido de conciencia; un sentido de saber que YO SOY aparte de saber quién SOY; la conciencia de ser, divorciada de aquello de lo que soy consciente de ser.
SOY consciente de ser hombre, pero no necesito ser hombre para ser consciente de ser. Antes de que me volviera consciente de ser alguien, yo, conciencia incondicionada, era consciente de ser; y esta conciencia no depende de ser alguien. YO SOY autosuficiente, conciencia incondicionada. Me volví consciente de ser alguien, y me volveré consciente de ser alguien diferente de aquel que ahora soy consciente de ser. Pero SOY eternamente consciente de ser, ya sea que sea una forma incondicionada o una forma condicionada.
Como el estado condicionado, yo (hombre), podría olvidar quién soy, o dónde estoy, pero no puedo olvidar que SOY.
Este saber que SOY, esta conciencia de ser, es la única realidad.
Esta conciencia incondicionada, el YO SOY, es esa realidad que conoce en quien todos los estados condicionados – concepciones de mí mismo – comienzan y terminan, pero que siempre permanece como el ser que conoce desconocido cuando todo lo conocido deja de ser.
Todo lo que alguna vez he creído ser, todo lo que ahora creo ser, y todo lo que alguna vez creeré ser, son solo intentos de conocerme a mí mismo – la realidad desconocida, indefinida.
Este ser que conoce desconocido, o conciencia incondicionada, es mi verdadero ser, la única y verdadera realidad. SOY la realidad incondicionada condicionada como aquello que creo ser. SOY el creyente limitado por mis creencias, el que conoce definido por lo conocido.
El mundo es mi conciencia condicionada objetivada. Aquello que siento y creo que es verdad de mí mismo ahora se proyecta en el espacio como mi mundo. El mundo – mi yo reflejado – siempre da testimonio del estado de conciencia en el que vivo.
No hay casualidad ni accidente responsable de las cosas que me suceden o del entorno en el que me encuentro. Tampoco el destino predestinado es el autor de mis fortunas o desgracias. Inocencia y culpa son meras palabras sin significado para la ley de la conciencia, excepto cuando reflejan el estado de conciencia en sí mismo.
La conciencia de culpa provoca condenación. La conciencia de carencia produce pobreza.
El hombre objetiva eternamente el estado de conciencia en el que reside, pero de alguna manera se ha confundido en la interpretación de la ley de causa y efecto.
Ha olvidado que es el estado interno el que es la causa de la manifestación externa.
Como adentro, así afuera.
- “Correspondencia”, el segundo de Los Siete Principios de Hermes Trismegisto
Y en su olvido, cree que un Dios externo tiene sus propias razones peculiares para hacer las cosas, tales razones están más allá de la comprensión del simple hombre. O cree que las personas sufren debido a errores pasados que han sido olvidados por la mente consciente. O de nuevo, que solo el azar juega el papel de Dios.
Un día el hombre se dará cuenta de que su propio YO SOY es el Dios que ha estado buscando a lo largo de los tiempos, y que su propio sentido de conciencia – su conciencia de ser – es la única y verdadera realidad.
Lo más difícil para que el hombre realmente comprenda es esto: que el “YO SOY” en sí mismo es Dios. Es su verdadero ser o estado del Padre, el único estado del que puede estar seguro. El Hijo, su concepción de sí mismo, es una ilusión. Siempre sabe que ÉL ES, pero aquello que él es, es una ilusión creada por sí mismo (el Padre) en un intento de auto-definición.
Este descubrimiento revela que todo lo que he creído que Dios es, YO SOY.
“YO SOY la resurrección y la vida”
- Juan 11:25
…es una declaración de hecho concerniente a mi conciencia, pues mi conciencia resurge o hace visiblemente vivo aquello de lo que soy consciente de ser.
YO SOY la puerta.
- Juan 10:2, 10:7, 10:9
“Todos los que alguna vez vinieron antes que yo son ladrones y bandidos.
- Juan 10:8
…me muestra que mi conciencia es la única y verdadera entrada al mundo de la expresión; que al asumir la conciencia de ser o poseer la cosa que deseo ser o poseer es la única manera en que puedo llegar a serlo o poseerlo; que cualquier intento de expresar este estado deseable de maneras distintas a asumir la conciencia de ser o poseerlo, es ser robado de la alegría de la expresión y la posesión.
YO SOY el principio y el fin.
- Apocalipsis 1:8, 22:13
…revela mi conciencia como la causa del nacimiento y la muerte de toda expresión.
YO SOY me ha enviado.
- Éxodo 3:14
…revela mi conciencia como el Señor que me envía al mundo en la imagen y semejanza de aquello de lo que soy consciente de ser para vivir en un mundo compuesto de todo aquello de lo que soy consciente.
YO SOY el Señor, y no hay Dios aparte de Mí.
- Isaías 45:5
…declara mi conciencia como el único y verdadero Señor y aparte de mi conciencia no hay Dios.
ESTÁTE quieto y sabed que YO SOY Dios.
- Salmo 46:1
…significa que debo aquietar la mente y saber que la conciencia es Dios.
No tomarás el Nombre del Señor tu Dios en vano.
- Éxodo 20:7
“YO SOY el Señor: ese es Mi Nombre.
- Isaías 42:8
Ahora que has descubierto tu YO SOY, tu conciencia de ser Dios, no afirmes nada como verdadero de ti mismo que no afirmarías como verdadero de Dios, pues al definirte a ti mismo, estás definiendo a Dios.
Aquel del que eres consciente de ser es aquel al que has llamado Dios. Dios y el hombre son uno. Tú y tu Padre son uno [Juan 10:30].
Tu conciencia incondicionada, o YO SOY, y aquello de lo que eres consciente de ser, son uno.
El concebidor y la concepción son uno. Si tu concepción de ti mismo es menor que aquello que afirmas como verdadero de Dios, has robado a Dios [ver Filipenses 2:6], el Padre, porque tú (el Hijo o concepción) das testimonio del Padre o concebidor. No tomes el nombre mágico de Dios, YO SOY, en vano pues no serás considerado inocente; debes expresar todo lo que afirmas ser.
Nombra a Dios definiéndote conscientemente a ti mismo como tu ideal más alto.
Capítulo 2 - El Nombre de Dios
No se puede decir con demasiada frecuencia que la conciencia es la única y verdadera realidad, pues esta es la verdad que libera al hombre.
Este es el fundamento sobre el cual descansa toda la estructura de la literatura bíblica. Las historias de la Biblia son todas revelaciones místicas escritas en un simbolismo oriental que revela al intuitivo el secreto de la creación y la fórmula de escape. La Biblia es el intento del hombre de expresar en palabras la causa y el modo de la creación. El hombre descubrió que su conciencia era la causa o creadora de su mundo, así que procedió a contar la historia de la creación en una serie de historias simbólicas conocidas hoy como la Biblia.
Para entender este gran libro, necesitas un poco de inteligencia y mucha intuición – inteligencia suficiente para permitirte leer el libro, e intuición suficiente para interpretar y entender lo que lees.
Podrías preguntar por qué la Biblia fue escrita simbólicamente. ¿Por qué no fue escrita en un estilo claro y sencillo para que todos los que la lean puedan entenderla? A estas preguntas respondo que todos los hombres hablan simbólicamente a esa parte del mundo que difiere de la suya.
El lenguaje del Oeste es claro para nosotros del Oeste, pero es simbólico para el Este; y viceversa. Un ejemplo de esto se puede encontrar en la instrucción del oriental:
Si tu mano te ofende, córtala.
- Marcos 9:43
Habla de la mano, no como la mano del cuerpo, sino como cualquier forma de expresión; y así te advierte que te apartes de esa expresión en tu mundo que te ofende.
Al mismo tiempo, el hombre del Oeste podría, sin querer, confundir al hombre del Este diciendo: “Este banco está en la ruina.” Pues la expresión “en la ruina” para el occidental es equivalente a la bancarrota, mientras que una roca para un oriental es un símbolo de fe y seguridad.
Me agrada compararlo con un hombre sabio que construyó su casa sobre una roca; y la lluvia descendió, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos y golpearon esa casa; y no cayó; porque estaba fundada sobre la roca.
- Mateo 7:24,25
Para realmente entender el mensaje de la Biblia, debes tener en cuenta que fue escrita por la mente oriental y, por lo tanto, no puede ser tomada literalmente por los del Oeste. Biológicamente, no hay diferencia entre el Este y el Oeste. El amor y el odio son los mismos; el hambre y la sed son los mismos; la ambición y el deseo son los mismos; pero la técnica de expresión es vastamente diferente.
Lo primero que debes descubrir si quieres desentrañar el secreto de la Biblia es el significado del nombre simbólico del creador, conocido por todos como Jehová. Esta palabra “Jehová” está compuesta por las cuatro letras hebreas – JOD HE VAU HE. Todo el secreto de la creación está oculto dentro de este nombre.
La primera letra, JOD, representa el estado absoluto o la conciencia incondicionada; el sentido de conciencia indefinida; esa inclusividad de la cual surgen todas las creaciones o estados condicionados de conciencia.
En la terminología de hoy, JOD es YO SOY, o conciencia incondicionada.
La segunda letra, HE, representa al Hijo unigénito, un deseo, un estado imaginario. Simboliza una idea; un estado subjetivo definido o una imagen mental clarificada.
La tercera letra, VAU, simboliza el acto de unificar o unir al concebidor (JOD), la conciencia que desea, con la concepción (HE), el estado deseado, de modo que el concebidor y la concepción se vuelvan uno.
Fijar un estado mental, definirte conscientemente a ti mismo como el estado deseado, impresionarte con el hecho de que ahora eres aquello que imaginaste o concebiste como tu objetivo, es la función de VAU. Clava o une la conciencia que desea con la cosa deseada. El proceso de cementar o unir se logra subjetivamente sintiendo la realidad de aquello que aún no se ha objetivado.
La cuarta letra, HE, representa la objetivación de este acuerdo subjetivo. El JOD HE VAU hace al hombre o al mundo manifestado (HE), a imagen y semejanza de sí mismo, el estado consciente subjetivo. Así que la función del HE final es dar testimonio objetivamente del estado subjetivo JOD HE VAU.
La conciencia condicionada se objetiva continuamente a sí misma en la pantalla del espacio.
El mundo es la imagen y semejanza del estado consciente subjetivo que lo creó.
El mundo visible por sí mismo no puede hacer nada; solo da testimonio de su creador, el estado subjetivo. Es el Hijo visible (HE) que da testimonio del Padre, Hijo y Madre invisibles – JOD HE VAU – una Trinidad Sagrada que solo puede verse cuando se hace visible como hombre o manifestación.
Tu conciencia incondicionada (JOD) es tu YO SOY que visualiza o imagina un estado deseable (HE), y luego se vuelve consciente de ser ese estado imaginado creyendo y sintiendo ser el estado imaginado. La unión consciente entre tú que deseas y aquello que deseas ser, es posible a través del VAU, o tu capacidad de sentir y creer.
Creer es simplemente vivir en el sentimiento de ser realmente el estado imaginado – asumiendo la conciencia de ser el estado deseado. El estado subjetivo simbolizado como JOD HE VAU entonces se objetiva como HE, completando así el misterio del nombre y la naturaleza del creador, JOD HE VAU HE (Jehová).
JOD es ser consciente; HE es ser consciente de algo; VAU es ser consciente como, o ser consciente de ser aquello que solo eras consciente de. El segundo HE es tu mundo objetivado visible que es hecho a imagen y semejanza de JOD HE VAU, o aquello de lo que eres consciente de ser.
Y Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.
- Génesis 1:26
Hagamos, JOD HE VAU, la manifestación objetiva (HE) a nuestra imagen, la imagen del estado subjetivo.
El mundo es la semejanza objetivada del estado consciente subjetivo en el que reside la conciencia.
Esta comprensión de que la conciencia es la única y verdadera realidad es el fundamento de la Biblia.
Las historias de la Biblia son intentos de revelar en lenguaje simbólico el secreto de la creación, así como de mostrar al hombre la única fórmula para escapar de todas sus propias creaciones.
Este es el verdadero significado del nombre de Jehová, el nombre por el cual todas las cosas son hechas y sin el cual nada de lo que ha sido hecho sería hecho [Juan 1:3].
Primero, eres consciente; luego te vuelves consciente de algo; luego te vuelves consciente como aquello de lo que eras consciente; luego contemplas objetivamente aquello de lo que eres consciente de ser.
Capítulo 3 - La Ley de la Creación
Tomemos una de las historias de la Biblia y veamos cómo los profetas y escritores de antaño revelaron la historia de la creación a través de este extraño simbolismo oriental.
Todos conocemos la historia de Noé y el Arca; que Noé fue elegido para crear un nuevo mundo después de que el mundo fuera destruido por el diluvio.
La Biblia nos dice que Noé tenía tres hijos, Sem, Cam y Jafet [Génesis 6:10].
El primer hijo se llama Sem, que significa nombre. Cam, el segundo hijo, significa cálido, vivo. El tercer hijo se llama Jafet, que significa extensión. Observarás que Noé y sus tres hijos, Sem, Cam y Jafet, contienen la misma fórmula de creación que el nombre divino de JOD HE VAU HE.
Noé, el Padre, el concebidor, el constructor de un nuevo mundo, es equivalente al JOD, o la conciencia incondicionada, YO SOY. Sem es tu deseo; aquello de lo que eres consciente; aquello que nombras y defines como tu objetivo, y es equivalente a la segunda letra del nombre divino (HE). Cam es el estado cálido y vivo de sentimiento, que une o liga la conciencia que desea con la cosa deseada, y por lo tanto es equivalente a la tercera letra del nombre divino, el VAU. El último hijo, Jafet, significa extensión, y es el estado extendido u objetivado que da testimonio del estado subjetivo y es equivalente a la última letra del nombre divino, HE.
Tú eres Noé, el conocedor, el creador.
Lo primero que engendras es una idea, un impulso, un deseo, la palabra, o tu primer hijo Sem (nombre).
Tu segundo hijo, Cam (cálido, vivo), es el secreto del SENTIMIENTO, mediante el cual te unes a tu deseo subjetivamente, de modo que tú, la conciencia que desea, te vuelves consciente de ser o poseer la cosa deseada.
Tu tercer hijo, Jafet, es la confirmación, la prueba visible de que conoces el secreto de la creación.
Él es el estado extendido u objetivado que da testimonio del estado invisible o subjetivo en el que resides.
En la historia de Noé se registra que Cam vio los secretos de su Padre [Génesis 9:22], y, debido a su descubrimiento, se le hizo servir a sus hermanos, Sem y Jafet [9:25]. Cam, o sentimiento, es el secreto del Padre, tu YO SOY, pues es a través del sentimiento que la conciencia que desea se une a la cosa deseada.
La unión consciente o matrimonio místico es posible solo a través del sentimiento.
Es el sentimiento el que realiza esta unión celestial de Padre e Hijo, Noé y Sem, conciencia incondicionada y conciencia condicionada.
Al realizar este servicio, el sentimiento automáticamente sirve a Jafet, el estado extendido o expresado, pues no puede haber expresión objetivada a menos que primero haya una impresión subjetiva.
Sentir la presencia de la cosa deseada, actualizar subjetivamente un estado mediante la impresión, a través del sentimiento, de un estado consciente definido, es el secreto de la creación.
Tu mundo objetivado actual es Jafet, que fue hecho visible por Cam. Por lo tanto, Cam sirve a sus hermanos Sem y Jafet, pues sin el sentimiento, que está simbolizado como Cam, la idea o cosa deseada (Sem) no podría hacerse visible como Jafet.
La capacidad de sentir lo no visto, la capacidad de actualizar y hacer real un estado subjetivo definido a través del sentido del sentimiento, es el secreto de la creación, el secreto mediante el cual la palabra o deseo no visto se hace visible – se hace carne [Juan 1:14]. “Y Dios llama a las cosas que no son, como si fueran” [Romanos 4:17].
La conciencia llama a las cosas que no se ven como si fueran, y lo hace primero definiéndose a sí misma como aquello que desea expresar, y segundo, permaneciendo dentro del estado definido hasta que lo invisible se vuelva visible.
Aquí está el funcionamiento perfecto de la ley según la historia de Noé. En este mismo momento eres consciente de ser. Esta conciencia de ser, este saber que eres, es Noé, el creador.
Ahora, con la identidad de Noé establecida como tu propia conciencia de ser, nombra algo que te gustaría poseer o expresar; define algún objetivo (Sem), y con tu deseo claramente definido, cierra los ojos y siente que lo tienes o lo estás expresando.
No cuestiones cómo puede hacerse; simplemente siente que lo tienes. Asume la actitud mental que sería tuya si ya estuvieras en posesión de ello, de modo que sientas que está hecho.
El sentimiento es el secreto de la creación.
Sé tan sabio como Cam y haz este descubrimiento para que tú también puedas tener la alegría de servir a tus hermanos Sem y Jafet; la alegría de hacer la palabra o nombre carne.
Capítulo 4 - El Secreto del Sentimiento
El secreto del sentimiento o la invocación de lo invisible a estados visibles se cuenta bellamente en la historia de Isaac bendiciendo a su segundo hijo Jacob, basándose únicamente en el sentimiento, creyendo que estaba bendiciendo a su primer hijo Esaú. Génesis 27:1-35
Se registra que Isaac, quien era viejo y ciego, sintió que estaba a punto de dejar este mundo y, deseando bendecir a su primer hijo Esaú antes de morir, envió a Esaú a cazar venado sabroso con la promesa de que, a su regreso de la cacería, recibiría la bendición de su padre.
Ahora bien, Jacob, quien deseaba el derecho de primogenitura o el derecho de nacer a través de la bendición de su padre, escuchó la solicitud de su padre ciego por venado y su promesa a Esaú. Así que, mientras Esaú salía a cazar el venado, Jacob mató y preparó un cabrito del rebaño de su padre.
Colocando las pieles sobre su cuerpo suave para darle la sensación de su hermano peludo y áspero Esaú, llevó el cabrito sabrosamente preparado a su padre ciego Isaac. Y Isaac, que dependía únicamente de su sentido del tacto, confundió a su segundo hijo Jacob con su primer hijo Esaú, y pronunció su bendición sobre Jacob. Esaú, al regresar de la cacería, se enteró de que su hermano de piel suave, Jacob, lo había suplantado, así que apeló a su padre por justicia; pero Isaac respondió y dijo:
Tu hermano vino con astucia y ha tomado tu bendición.
- Isaías 27:35
“Lo he hecho tu Señor, y a todos sus hermanos los he dado a él para servidores.”
- Isaías 27:37
El simple sentido común debería decirle al hombre que esta historia no puede tomarse literalmente. ¡Debe haber un mensaje para el hombre escondido en este acto traicionero y despreciable de Jacob! El mensaje oculto, la fórmula del éxito enterrada en esta historia, se reveló intuitivamente al escritor de la siguiente manera. Isaac, el padre ciego, es tu conciencia; tu conciencia de ser.
Esaú, el hijo peludo, es tu mundo objetivado actual – lo áspero o sensiblemente sentido; el momento presente; el entorno presente; tu concepción actual de ti mismo; en resumen, el mundo que conoces por tus sentidos objetivos. Jacob, el joven de piel suave, el segundo hijo, es tu deseo o estado subjetivo, una idea aún no encarnada, un estado subjetivo que es percibido y sentido pero no conocido u objetivamente visto; un punto en el tiempo y el espacio alejado del presente. En resumen, Jacob es tu objetivo definido. El Jacob de piel suave — o el estado subjetivo que busca encarnación o el derecho de nacimiento —, cuando es sentido o bendecido adecuadamente por su padre (cuando es sentido conscientemente y fijado como real), se objetiva; y al hacerlo, suplanta al Esaú áspero y peludo — o al estado anteriormente objetivado. Dos cosas no pueden ocupar un mismo lugar al mismo tiempo, y así, a medida que lo invisible se hace visible, el estado visible anterior desaparece.
Tu conciencia es la causa de tu mundo. El estado consciente en el que resides determina el tipo de mundo en el que vives. Tu concepto actual de ti mismo ahora está objetivado como tu entorno, y este estado está simbolizado como Esaú, el peludo, de lo sensiblemente sentido; el primer hijo. Aquello que te gustaría ser o poseer está simbolizado como tu segundo hijo, Jacob, el joven de piel suave que aún no se ve pero que se siente y percibe subjetivamente, y que, si se toca adecuadamente, suplantará a su hermano Esaú, o tu mundo actual.
Siempre ten en cuenta el hecho de que Isaac, el padre de estos dos hijos, o estados, es ciego. No ve a su hijo de piel suave, Jacob; solo lo siente.
Y a través del sentido del tacto, realmente cree que Jacob, lo subjetivo, es Esaú, lo real, lo objetivado.
No ves tu deseo objetivamente; simplemente lo sientes (lo percibes) subjetivamente.
No tanteas en el espacio tras un estado deseable. Como Isaac, te sientas quieto y envías a tu primer hijo a cazar alejando tu atención de tu mundo objetivo.
Luego, en ausencia de tu primer hijo, Esaú, invitas al estado deseable, tu segundo hijo, Jacob, a acercarse para que puedas sentirlo. “Ven cerca, hijo mío, para que pueda sentirte” [27:21]. Primero, eres consciente de ello en tu entorno inmediato; luego lo atraes más y más y más cerca hasta que lo sientes y percibes en tu presencia inmediata para que sea real y natural para ti.
Si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que pidan, se les hará por mi Padre, que está en los cielos.
- Mateo 18:19
Los dos están de acuerdo a través del sentido del tacto; y el acuerdo se establece en la tierra — se objetiva, se hace real.
Los dos que están de acuerdo son Isaac y Jacob — tú y aquello que deseas. Y el acuerdo se hace únicamente a través del sentido del tacto.
Esaú simboliza tu mundo objetivado actual, ya sea agradable o de otro modo.
Jacob simboliza cualquier y todos los deseos de tu corazón.
Isaac simboliza tu verdadero yo – con los ojos cerrados al mundo presente – en el acto de sentir y percibir que eres o posees aquello que deseas ser o poseer.
El secreto de Isaac — el estado de sentir, percibir — es simplemente el acto de separar mentalmente lo sensiblemente sentido (tu estado físico actual) de lo insensiblemente sentido (aquello que te gustaría ser).
Con los sentidos objetivos firmemente cerrados, Isaac hizo, y tú puedes hacer, que lo insensiblemente sentido (el estado subjetivo) parezca real o sensiblemente conocido, pues la fe es conocimiento.
Conocer la ley de la autoexpresión, la ley por la cual lo invisible se hace visible, no es suficiente.
Debe ser aplicada; y este es el método de aplicación.
Primero: Envía a tu primer hijo Esaú — tu mundo objetivado actual o problema — a cazar. Esto se logra simplemente cerrando los ojos y alejando tu atención de las limitaciones objetivadas. A medida que tus sentidos se alejan de tu mundo objetivo, desaparece de tu conciencia o se va de cacería.
Segundo: Con los ojos aún cerrados y la atención alejada del mundo que te rodea, fija conscientemente el tiempo y el lugar naturales para la realización de tu deseo.
Con tus sentidos objetivos cerrados a tu entorno actual, puedes sentir y percibir la realidad de cualquier punto en el tiempo o el espacio, pues ambos son psicológicos y pueden crearse a voluntad.
Es vitalmente importante que la condición natural de tiempo-espacio de Jacob, es decir, el tiempo y el lugar naturales para la realización de tu deseo, se fijen primero en tu conciencia.
Si el domingo es el día en que se realizará la cosa deseada, entonces el domingo debe fijarse en la conciencia ahora.
Simplemente comienza a sentir que es domingo hasta que la quietud y la naturalidad del domingo se establezcan conscientemente.
Tienes asociaciones definidas con los días, semanas, meses y estaciones del año. Has dicho una y otra vez, “Hoy se siente como domingo, o lunes, o sábado” o “Esto se siente como primavera, o verano, o otoño, o invierno.” Esto debería convencerte de que tienes impresiones conscientes definidas que asocias con los días, semanas y estaciones del año.
Entonces, debido a estas asociaciones, puedes seleccionar cualquier tiempo deseable, y al recordar la impresión consciente asociada con ese tiempo, puedes hacer una realidad subjetiva de ese tiempo ahora.
Haz lo mismo con el espacio. Si la habitación en la que estás sentado no es la habitación en la que se colocaría o realizaría naturalmente la cosa deseada, siéntate en la habitación o lugar donde sería natural. Fija conscientemente esta impresión de tiempo-espacio antes de comenzar el acto de sentir y percibir la cercanía, la realidad y la posesión de la cosa deseada. No importa si el lugar deseado está a diez mil millas de distancia o solo en la puerta de al lado, debes fijar en la conciencia el hecho de que justo donde estás sentado es el lugar deseado.
No haces un viaje mental; colapsas el espacio. Siéntate tranquilamente donde estás y haz que “allí” sea “aquí”. Cierra los ojos y siente que el mismo lugar donde estás es el lugar deseado. Siente y percibe la realidad de ello hasta que estés conscientemente impresionado con este hecho, pues tu conocimiento de este hecho se basa únicamente en tu percepción subjetiva.
Tercero: En ausencia de Esaú (el problema) y con el tiempo-espacio natural establecido, invitas a Jacob (la solución) a venir y llenar este espacio — a venir y suplantar a su hermano.
En tu imaginación, ve la cosa deseada. Si no puedes visualizarla, siente el contorno general de ella; contémplala. Luego, mentalmente, acércala a ti. “Ven cerca, hijo mío, para que pueda sentirte.”
Siente la cercanía de ello. Siente que está en tu presencia inmediata. Siente la realidad y la solidez de ello. Siente y ve que está naturalmente colocado en la habitación en la que estás sentado. Siente el escalofrío del logro real y la alegría de la posesión.
Ahora abre los ojos. Esto te devuelve al mundo objetivo — el mundo áspero o sensiblemente sentido. Tu hijo peludo Esaú ha regresado de la cacería y por su mera presencia te dice que has sido traicionado por tu hijo de piel suave Jacob — lo subjetivo, lo psicológicamente sentido.
Pero como Isaac, cuya confianza se basaba en el conocimiento de esta ley inmutable, tú también dirás, “Lo he hecho tu Señor y a todos sus hermanos los he dado a él para servidores.”
Es decir, aunque tu problema parezca fijo y real, has sentido que el estado psicológico, subjetivo, es real hasta el punto de recibir el escalofrío de esa realidad. Has experimentado el secreto de la creación, pues has sentido la realidad de lo subjetivo.
Has fijado un estado psicológico definido que, a pesar de toda oposición o precedente, se objetivará, cumpliendo así el nombre de Jacob — el suplantador.
Aquí hay algunos ejemplos prácticos de este drama.
Primero: La bendición o hacer real una cosa.
Siéntate en tu sala de estar y nombra una pieza de mobiliario, alfombra o lámpara que te gustaría tener en esta habitación en particular. Mira esa área de la habitación donde la colocarías si la tuvieras. Cierra los ojos y deja que todo lo que ahora ocupa esa área de la habitación desaparezca. En tu imaginación, ve esta área como un espacio vacío — no hay absolutamente nada allí. Ahora comienza a llenar este espacio con la pieza de mobiliario deseada. Siente y percibe que la tienes en esta misma área. Imagina que estás viendo lo que deseabas ver. Continúa en esta conciencia hasta que sientas el escalofrío de la posesión.
Segundo: La bendición o hacer real un lugar.
Estás sentado en tu apartamento en la ciudad de Nueva York, contemplando la alegría que sería tuya si estuvieras en un transatlántico navegando por el gran Atlántico.
Voy a preparar un lugar para ti. Y si me voy y te preparo un lugar, vendré otra vez, y te recibiré para mí mismo; para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
- Juan 14:2-3
Tus ojos están cerrados; conscientemente has liberado el apartamento de Nueva York y en su lugar sientes y percibes que estás en un transatlántico. Estás sentado en una tumbona; no hay nada a tu alrededor más que el vasto Atlántico. Fija la realidad de este barco y océano para que en este estado puedas recordar mentalmente el día en que estabas sentado en tu apartamento de Nueva York soñando con este día en el mar. Recuerda la imagen mental de ti mismo sentado allí en Nueva York soñando con este día. En tu imaginación, ve la imagen del recuerdo de ti mismo de regreso allí en tu apartamento de Nueva York. Si tienes éxito en mirar hacia atrás en tu apartamento de Nueva York sin regresar conscientemente allí, entonces has preparado con éxito la realidad de este viaje.
Permanece en este estado consciente sintiendo la realidad del barco y el océano; siente la alegría de este logro — luego abre los ojos.
Has ido y preparado el lugar; has fijado un estado psicológico definido y donde estás en conciencia allí estarás también en cuerpo.
Tercero: La bendición o hacer real un punto en el tiempo.
Conscientemente deja ir este día, mes o año, según sea el caso, e imagina que es ahora ese día, mes o año que deseas experimentar. Siente y percibe la realidad del tiempo deseado impresionándote con el hecho de que ahora está logrado. A medida que sientes la naturalidad de este tiempo, comienzas a sentir el escalofrío de haber realizado plenamente lo que, antes de comenzar este viaje psicológico en el tiempo, deseabas experimentar en este tiempo.
Con el conocimiento de tu poder para bendecir, puedes abrir las puertas de cualquier prisión — la prisión de la enfermedad o la pobreza o de una existencia monótona.
El Espíritu del Señor Dios está sobre mí; porque me ha ungido el Señor para predicar buenas nuevas a los mansos; me ha enviado a vendar a los quebrantados de corazón, a proclamar libertad a los cautivos y apertura de la prisión a los presos.
- Isaías 61:1, Lucas 4:18
Capítulo 5 - El Sabbath
Seis días se trabajará, pero el séptimo día será para vosotros día santo, día de reposo, dedicado al Señor. – <Éxodo 31:15, Levítico 23:3>
Estos seis días no son periodos de veinticuatro horas. Simbolizan el momento psicológico en que se fija un estado subjetivo definido. Estos seis días de trabajo son experiencias subjetivas y, en consecuencia, no pueden medirse por el tiempo sideral, pues el verdadero trabajo de fijar un estado psicológico definido se realiza en la conciencia.
El tiempo empleado en definirte conscientemente como aquello que deseas ser es la medida de estos seis días. Un cambio de conciencia es el trabajo realizado en estos seis días creativos; un ajuste psicológico que se mide no por el tiempo sideral, sino por el logro real (subjetivo). Así como una vida en retrospectiva se mide no por años, sino por el contenido de esos años, también este intervalo psicológico se mide no por el tiempo empleado en hacer el ajuste, sino por el logro de ese intervalo.
El verdadero significado de los seis días de trabajo (creación) se revela en el misterio del VAU, que es la sexta letra del alfabeto hebreo y la tercera letra en el nombre divino: JOD HE VAU HE. Como se explicó anteriormente en el misterio del nombre de Jehová, VAU significa clavar o unir. El creador se une a su creación a través del sentimiento; y el tiempo que te toma fijar un sentimiento definido es la verdadera medida de estos seis días de creación.
Separarte mentalmente del mundo objetivo y unirte a través del secreto del sentimiento al estado subjetivo es la función de la sexta letra del alfabeto hebreo, VAU, o los seis días de trabajo. Siempre hay un intervalo entre la impresión fija, o estado subjetivo, y la expresión externa de ese estado. El intervalo se llama el Sabbath.
El Sabbath es el reposo mental que sigue al estado psicológico fijo. Es el resultado de tus seis días de trabajo.
El Sabbath fue hecho para el hombre. – <Marcos 2:27>
Este reposo mental que sigue a una impregnación consciente exitosa es el período de embarazo mental, un período que se hace con el propósito de incubar la manifestación. Fue hecho para la manifestación; la manifestación no fue hecha para él.
Automáticamente guardas el Sabbath como un día de reposo — un período de reposo mental — si logras cumplir tus seis días de trabajo. No puede haber Sabbath, no puede haber séptimo día, no puede haber período de reposo mental hasta que los seis días hayan terminado — hasta que se haya logrado el ajuste psicológico y la impresión mental esté completamente hecha.
Se advierte al hombre que si no guarda el Sabbath, si no entra en el reposo de Dios, también fallará en recibir la promesa; no realizará sus deseos. La razón de esto es simple y obvia. No puede haber reposo mental hasta que se haga una impresión consciente. Si un hombre no logra impresionarse plenamente con el hecho de que ahora tiene lo que antes deseaba poseer, continuará deseándolo y, por lo tanto, no estará mentalmente en reposo ni satisfecho.
Si, por otro lado, logra hacer este ajuste consciente de modo que, al emerger del período de silencio o de sus seis días subjetivos de trabajo, sabe por su sentimiento que tiene la cosa deseada, entonces automáticamente entra en el Sabbath o el período de reposo mental. El embarazo sigue a la impregnación. El hombre no continúa deseando lo que ya ha adquirido. El Sabbath solo puede guardarse como un día de reposo después de que el hombre haya logrado ser consciente de ser aquello que, antes de entrar en el silencio, deseaba ser.
El Sabbath es el resultado de los seis días de trabajo. El hombre que conoce el verdadero significado de estos seis días de trabajo se da cuenta de que la observancia de un día de la semana como un día de quietud física no es guardar el Sabbath. La paz y la quietud del Sabbath solo pueden experimentarse cuando el hombre ha logrado ser consciente de ser aquello que desea ser. Si no logra hacer esta impresión consciente, ha fallado el blanco. Ha pecado, pues pecar es fallar el blanco, fallar en alcanzar el objetivo; un estado en el que no hay paz mental.
Si no hubiera venido y hablado con ellos, no habrían tenido pecado. – <Juan 15:22>
Si el hombre no hubiera sido presentado con un estado ideal hacia el cual apuntar, un estado a ser deseado y adquirido, habría estado satisfecho con su suerte en la vida y nunca habría conocido el pecado. Ahora que el hombre sabe que sus capacidades son infinitas, sabe que trabajando seis días o haciendo un ajuste psicológico puede realizar sus deseos, no estará satisfecho hasta que alcance cada uno de sus objetivos.
Con el verdadero conocimiento de estos seis días de trabajo, definirá su objetivo y se dedicará a ser consciente de serlo. Cuando se hace esta impresión consciente, automáticamente le sigue un período de reposo mental, un período que el místico llama el Sabbath, un intervalo en el que la impresión consciente será gestada y expresada físicamente. La palabra se hará carne. Pero eso no es el fin.
El Sabbath, o reposo que será interrumpido por la encarnación de la idea, eventualmente dará paso a otros seis días de trabajo a medida que el hombre defina otro objetivo y comience de nuevo el acto de definirse a sí mismo como aquello que desea ser. El hombre ha sido sacudido de su sueño a través del medio del deseo y no encontrará reposo hasta que realice su deseo. Pero antes de que pueda entrar en el reposo de Dios, o guardar el Sabbath, antes de que pueda caminar sin miedo y en paz, debe convertirse en un buen tirador espiritual y aprender el secreto de dar en el blanco o trabajar seis días — el secreto mediante el cual deja ir el estado objetivo y se ajusta al subjetivo.
Este secreto se reveló en el nombre divino Jehová, y nuevamente en la historia de Isaac bendiciendo a su hijo Jacob. Si el hombre aplica la fórmula tal como se revela en estos dramas bíblicos, dará en el blanco espiritual cada vez, pues sabrá que el reposo mental o Sabbath solo se entra cuando logra hacer un ajuste psicológico.
La historia de la crucifixión dramatiza bellamente estos seis días (período psicológico) y el séptimo día de reposo. Se registra que era costumbre de los judíos liberar a alguien de la prisión en la fiesta de la Pascua, y que se les dio a elegir entre liberar a Barabbas el ladrón o a Jesús el salvador. Y gritaron: “¡Liberen a Barabbas!” [Juan 18:40]. Luego Barabbas fue liberado y Jesús fue crucificado.
También se registra que Jesús el Salvador fue crucificado el sexto día, enterrado o sepultado el séptimo y resucitado el primer día. El salvador en tu caso es aquello que te salvaría de lo que no eres consciente de ser, mientras que Barabbas el ladrón es tu concepción actual de ti mismo que te roba lo que te gustaría ser. Al definir a tu salvador, defines aquello que te salvaría y no cómo serías salvado. Tu salvador o deseo tiene formas que no conoces; sus caminos son inescrutables [Romanos 11:33].
Cada problema revela su propia solución. Si estuvieras encarcelado, automáticamente desearías ser libre. La libertad, entonces, es lo que te salvaría. Es tu salvador. Habiendo descubierto a tu salvador, el siguiente paso en este gran drama de la resurrección es liberar a Barabbas, el ladrón — tu concepto actual de ti mismo — y crucificar a tu salvador — o fijar la conciencia de ser o tener aquello que te salvaría.
Barabbas representa tu problema actual. Tu salvador es aquello que te liberaría de este problema. Liberas a Barabbas alejando tu atención de tu problema, de tu sentido de limitación, pues te roba la libertad que buscas. Y crucificas a tu salvador fijando un estado psicológico definido sintiendo que eres libre de la limitación del pasado.
Niegas la evidencia de los sentidos y comienzas a sentir subjetivamente la alegría de ser libre. Sientes que este estado de libertad es tan real que tú también gritas: “¡Soy libre!” “¡Está consumado!” [Juan 19:30]. La fijación de este estado subjetivo — la crucifixión — tiene lugar el sexto día. Antes de que el sol se ponga en este día, debes haber completado la fijación sintiendo: “Así es,” “Está consumado.”
El conocimiento subjetivo es seguido por el Sabbath o reposo mental. Serás como alguien enterrado o sepultado, pues sabrás que, sin importar cuán montañosas sean las barreras, cuán infranqueables parezcan los muros, tu salvador crucificado y enterrado (tu fijación subjetiva actual) resucitará. Al guardar el Sabbath como un período de reposo mental, al asumir la actitud mental que sería tuya si ya estuvieras expresando visiblemente esta libertad, recibirás la promesa del Señor. Pues la Palabra se hará carne — la fijación subjetiva se encarnará.
Y Dios descansó el séptimo día de todas sus obras. – <Hebreos 4:4>
Tu conciencia es Dios descansando en el conocimiento de que “Todo está bien,” “Está consumado.” Y tus sentidos objetivos confirmarán que así es, pues el día lo revelará.
Capítulo 6 - La Sanación
La fórmula para la cura de la lepra, tal como se revela en el capítulo catorce de Levítico, es muy iluminadora cuando se ve a través de los ojos de un místico. Esta fórmula puede prescribirse como la cura positiva de cualquier enfermedad en el mundo del hombre, ya sea física, mental, financiera, social, moral — cualquier cosa.
No importa la naturaleza de la enfermedad ni su duración, pues la fórmula puede aplicarse con éxito a cualquiera y a todas ellas.
Aquí está la fórmula tal como se registra en el libro de Levítico:
Entonces el sacerdote mandará tomar para el que ha de ser purificado dos aves vivas y limpias… y el sacerdote mandará que una de las aves sea muerta…. En cuanto al ave viva, la tomará y la mojará en la sangre del ave que fue muerta; y rociará sobre el que ha de ser purificado de la lepra siete veces y lo pronunciará limpio y soltará el ave viva en el campo abierto…. Y será limpio.
- <Lev. 14:4-8>
Una aplicación literal de esta historia sería estúpida y fútil, mientras que, por otro lado, una aplicación psicológica de la fórmula es sabia y fructífera.
Un ave es un símbolo de una idea. Todo hombre que tiene un problema o que desea expresar algo diferente de lo que está expresando actualmente puede decirse que tiene dos aves.
Estas dos aves o concepciones pueden definirse de la siguiente manera:
La primera ave es tu concepción actual, representada externamente; es la descripción que darías si te pidieran definirte — tu condición física, tus ingresos, tus obligaciones, tu nacionalidad, familia, raza, y así sucesivamente. Tu respuesta sincera a estas preguntas necesariamente se basaría únicamente en la evidencia de tus sentidos y no en ningún pensamiento deseoso.
Esta verdadera concepción de ti mismo (basada enteramente en las evidencias de tus sentidos) define la primera ave.
La segunda ave se define por la respuesta que desearías dar a estas preguntas de auto-definición. En resumen, estas dos aves pueden definirse como aquello de lo que eres consciente de ser y aquello que deseas ser.
Otra definición de las dos aves sería la primera, tu problema actual sin importar su naturaleza; y la segunda, la solución a ese problema.
Por ejemplo, si estuvieras enfermo, la buena salud sería la solución. Si estuvieras endeudado, la libertad de la deuda sería la solución. Si tuvieras hambre, la comida sería la solución. Como has notado, el cómo, la manera de realizar la solución, no se considera. Solo se consideran el problema y la solución.
Cada problema revela su propia solución. Para la enfermedad es la salud; para la pobreza es la riqueza; para la debilidad es la fuerza; para el confinamiento es la libertad.
Estos dos estados, entonces, tu problema y su solución, son las dos aves que llevas al sacerdote. Tú eres el sacerdote que ahora realiza el drama de la curación del hombre de la lepra — tú y tu problema. Tú eres el sacerdote; y con la fórmula para la cura de la lepra, ahora te liberas de tu problema.
Primero: Toma una de las aves (tu problema) y mátala extrayendo la sangre de ella. La sangre es la conciencia del hombre.
De una sangre ha hecho a todos los pueblos para que habiten sobre toda la faz de la tierra.
- <Hechos 17:26>
Tu conciencia es la única y verdadera realidad que anima y hace real aquello de lo que eres consciente de ser. Así que apartar tu atención del problema es equivalente a extraer la sangre del ave. Tu conciencia es la única sangre que hace que todos los estados sean realidades vivientes. Al retirar tu atención de cualquier estado dado, has drenado la sangre vital de ese estado. Matas o eliminas la primera ave (tu problema) retirando tu atención de ella. En esta sangre (tu conciencia) sumerges el ave viva (la solución), o aquello que hasta ahora deseabas ser o poseer. Esto lo haces liberándote para ser el estado deseable ahora.
El sumergir el ave viva en la sangre del ave que fue muerta es similar a la bendición de Jacob por su padre ciego Isaac. Como recordarás, el ciego Isaac no podía ver su mundo objetivo, su hijo Esaú. Tú también estás ciego a tu problema, la primera ave; pues has retirado tu atención de él y, por lo tanto, no lo ves. Tu atención (sangre) ahora se coloca sobre la segunda ave (estado subjetivo), y sientes y percibes la realidad de ella.
Siete veces se te dice que rocíes al que ha de ser purificado. Esto significa que debes morar dentro de la nueva concepción de ti mismo hasta que mentalmente entres en el séptimo día (el Sabbath), hasta que la mente se aquiete o se fije en la creencia de que realmente estás expresando o poseyendo aquello que deseas ser o poseer. En el séptimo rocío se te instruye a soltar el ave viva y pronunciar al hombre limpio.
A medida que te impresionas plenamente con el hecho de que eres aquello que deseas ser, simbólicamente te has rociado siete veces; entonces eres tan libre como el ave que es soltada. Y como el ave en vuelo que debe en poco tiempo regresar a la tierra, así también tus impresiones subjetivas o reclamo en poco tiempo se encarnarán en tu mundo.
Esta historia y todas las demás historias de la Biblia son obras de teatro psicológicas dramatizadas dentro de la conciencia del hombre.
Tú eres el sumo sacerdote. Tú eres el leproso. Tú eres las aves.
Tu conciencia o YO SOY es el sumo sacerdote. Tú, el hombre con el problema, eres el leproso. El problema, tu concepto actual de ti mismo, es el ave que es muerta. La solución del problema, lo que deseas ser, es el ave viva que es liberada.
Reinterpretas este gran drama dentro de ti mismo alejando tu atención de tu problema y colocándola sobre aquello que deseas expresar.
Te impresionas a ti mismo con el hecho de que eres aquello que deseas ser hasta que tu mente se aquiete en la creencia de que así es.
Vivir en esta actitud fija de la mente, vivir en la conciencia de que ahora eres aquello que antes deseabas ser, es el ave en vuelo, sin trabas por las limitaciones del pasado y moviéndose hacia la encarnación de tu deseo.
Capítulo 7 - El Deseo, La Palabra de Dios
Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para lo cual la envié.
- <Isaías 55:11>
Dios te habla a través del medio de tus deseos básicos. Tus deseos básicos son palabras de promesa o profecías que contienen en sí mismas el plan y el poder de expresión.
Por “deseo básico” se entiende tu objetivo real. Los deseos secundarios tratan con la manera de realización. Dios, tu YO SOY, te habla a ti, el estado consciente condicionado, a través de tus deseos básicos. Los deseos secundarios o formas de expresión son los secretos de tu YO SOY, el Padre omnisciente. Tu Padre, YO SOY, revela el principio y el fin: “Yo soy el principio y el fin” [Apocalipsis 1:8, 22:13]; pero nunca revela el medio o el secreto de sus caminos. Es decir, el principio se revela como la palabra, tu deseo básico. El fin es su cumplimiento; la palabra hecha carne. El segundo o medio (el plan de despliegue) nunca se revela al hombre, sino que permanece para siempre como el secreto del Padre.
Porque yo testifico a todo hombre que oye las palabras de la profecía de este libro, si alguno añade a estas cosas, Dios añadirá sobre él las plagas que están escritas en este libro; y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida.
- <Apocalipsis 22:18-19>
Las palabras de profecía mencionadas en el libro de Apocalipsis son tus deseos básicos que no deben ser más condicionados. El hombre está constantemente añadiendo y quitando de estas palabras. Sin saber que el deseo básico contiene el plan y el poder de expresión, el hombre siempre está comprometiendo y complicando su deseo.
Aquí hay una ilustración de lo que el hombre hace con la palabra de profecía, sus deseos.
El hombre desea libertad de su limitación o problema. Lo primero que hace después de definir su objetivo es condicionarlo a algo más. Comienza a especular sobre la manera de adquirirlo. Sin saber que la cosa deseada tiene su propia forma de expresión, empieza a planificar cómo va a obtenerla, añadiendo así a la palabra de Dios.
Si, por otro lado, no tiene plan ni concepción sobre el cumplimiento de su deseo, entonces compromete su deseo modificándolo. Siente que si se conforma con menos que su deseo básico, entonces podría tener una mejor oportunidad de realizarlo. Al hacerlo, quita de la palabra de Dios.
Individuos y naciones por igual están constantemente violando esta ley de su deseo básico al tramar y planificar la realización de sus ambiciones; de esta manera añaden a la palabra de profecía, o comprometen sus ideales, quitando así de la palabra de Dios.
El resultado inevitable es la muerte y las plagas o el fracaso y la frustración prometidos para tales violaciones.
Dios le habla al hombre solo a través del medio de sus deseos básicos.
Tus deseos están determinados por tu concepción de ti mismo. De por sí, no son ni buenos ni malos.
Yo sé y estoy persuadido por el Señor Jesucristo que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.
- <Romanos 14:14>
Tus deseos son el resultado natural y automático de tu concepción actual de ti mismo.
Dios, tu conciencia incondicionada, es impersonal y no hace acepción de personas [Hechos 10:34, Romanos 2:11]. Tu conciencia incondicionada, Dios, da a tu conciencia condicionada, el hombre, a través del medio de tus deseos básicos, aquello que tu estado condicionado (tu concepción actual de ti mismo) cree que necesita.
Mientras permanezcas en tu estado consciente actual, seguirás deseando aquello que ahora deseas. Cambia tu concepción de ti mismo y automáticamente cambiarás la naturaleza de tus deseos.
Los deseos son estados de conciencia que buscan encarnarse. Son formados por la conciencia del hombre y pueden ser fácilmente expresados por el hombre que los ha concebido. Los deseos se expresan cuando el hombre que los ha concebido asume la actitud mental que sería la suya si los estados deseados ya estuvieran expresados. Ahora, porque los deseos, independientemente de su naturaleza, pueden ser tan fácilmente expresados por actitudes mentales fijas, se debe dar una palabra de advertencia a aquellos que aún no han realizado la unidad de la vida, y que no conocen la verdad fundamental de que la conciencia es Dios, la única y verdadera realidad.
Esta advertencia se dio al hombre en la famosa Regla de Oro:
Haz a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti.
- <Mateo 7:21>
Puedes desear algo para ti mismo o puedes desear algo para otro. Si tu deseo concierne a otro, asegúrate de que lo deseado sea aceptable para ese otro. La razón de esta advertencia es que tu conciencia es Dios, el dador de todos los dones. Por lo tanto, aquello que sientes y crees que es verdad de otro es un don que le has dado. El don que no es aceptado regresa al dador.
Asegúrate entonces de que te gustaría poseer el don tú mismo, pues si fijas una creencia dentro de ti como verdad de otro y él no acepta este estado como verdad de sí mismo, este don no aceptado se encarnará en tu mundo.
Siempre escucha y acepta como verdad de otros aquello que desearías para ti mismo. Al hacerlo, estás construyendo el cielo en la tierra.
“Haz a los demás como quisieras que te hicieran a ti” se basa en esta ley.
Solo acepta tales estados como verdad de otros que estarías dispuesto a aceptar como verdad de ti mismo para que constantemente crees el cielo en la tierra. Tu cielo está definido por el estado de conciencia en el que vives, el cual está compuesto por todo lo que aceptas como verdad de ti mismo y verdad de otros.
Tu entorno inmediato está definido por tu propia concepción de ti mismo más tus convicciones sobre otros, que no han sido aceptadas por ellos. Tu concepción de otro que no es su concepción de sí mismo es un don devuelto a ti.
Las sugerencias, como la propaganda, son bumeranes a menos que sean aceptadas por aquellos a quienes se envían. Así que tu mundo es un don que te has dado a ti mismo. La naturaleza del don está determinada por tu concepción de ti mismo más los dones no aceptados que ofreciste a otros.
No te equivoques sobre esto; la ley no hace acepción de personas. Descubre la ley de la autoexpresión y vive por ella; entonces serás libre. Con este entendimiento de la ley, define tu deseo, sabiendo exactamente lo que quieres; asegúrate de que es deseable y aceptable.
El hombre sabio y disciplinado no ve barrera para la realización de su deseo; no ve nada que destruir. Con una actitud mental fija, reconoce que la cosa deseada ya está completamente expresada, pues sabe que un estado subjetivo fijo tiene formas y medios de expresarse que ningún hombre conoce.
Antes de que pregunten, ya he respondido.
- Aprox., <Isaías 65:24>
“Tengo caminos que no conocéis.
- Aprox., <Isaías 42:16>
“Mis caminos son inescrutables.
- <Romanos 11:33>
El hombre indisciplinado, por otro lado, constantemente ve oposición al cumplimiento de su deseo. Y debido a la frustración, forma deseos de destrucción que cree firmemente que deben ser expresados antes de que su deseo básico pueda realizarse. Cuando el hombre descubra esta ley de una sola conciencia, entenderá la gran sabiduría de la Regla de Oro, y así vivirá por ella y se demostrará a sí mismo que el reino de los cielos está en la tierra.
Te darás cuenta de por qué deberías “hacer a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti.” Sabrás por qué deberías vivir según esta Regla de Oro porque descubrirás que es simplemente sentido común hacerlo, ya que la regla se basa en la ley inmutable de la vida y no hace acepción de personas.
La conciencia es la única y verdadera realidad. El mundo y todo lo que hay en él son estados de conciencia objetivados. Tu mundo está definido por tu concepción de ti mismo MÁS TUS CONCEPCIONES DE OTROS que no son sus concepciones de sí mismos.
La historia de la Pascua es para ayudarte a darle la espalda a las limitaciones del presente y pasar a un estado mejor y más libre. La sugerencia de “seguir al hombre con el cántaro de agua” [Marcos 14:13; Lucas 22:10] se dio a los discípulos para guiarlos a la última cena o la fiesta de la Pascua. El hombre con el cántaro de agua es el undécimo discípulo, Simón de Canaán, la cualidad disciplinada de la mente que escucha solo estados dignos, nobles y amables. La mente que está disciplinada para escuchar solo el bien se deleita con buenos estados y, por lo tanto, encarna el bien en la tierra.
Si tú también deseas asistir a la última cena — el gran festín de la Pascua —, entonces sigue a este hombre. Asume esta actitud mental simbolizada como “el hombre con el cántaro de agua” y vivirás en un mundo que realmente es el cielo en la tierra.
La fiesta de la Pascua es el secreto de cambiar tu conciencia. Apartas tu atención de tu concepción actual de ti mismo y asumes la conciencia de ser aquello que deseas ser, pasando así de un estado a otro. Esta hazaña se logra con la ayuda de los doce discípulos, que son las doce cualidades disciplinadas de la mente.
Capítulo 8 - La Fe
Y Jesús les dijo: Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo, que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. – Mateo 17:20
Esta fe como un grano de mostaza ha resultado ser una piedra de tropiezo para el hombre [1 Corintios 1:23]. Se le ha enseñado a creer que un grano de mostaza significa una pequeña cantidad de fe. Así que naturalmente se pregunta por qué él, un hombre maduro, debería carecer de esta insignificante medida de fe cuando una cantidad tan pequeña asegura el éxito.
“La fe,” se le dice, “es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven” [Hebreos 11:1]. Y de nuevo, “Por la fe… los mundos fueron formados por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles” [Hebreos 11:3].
Las cosas invisibles se hicieron visibles. El grano de mostaza no es la medida de una pequeña cantidad de fe. Por el contrario, es lo absoluto en fe.
Un grano de mostaza es consciente de ser un grano de mostaza y solo un grano de mostaza. No es consciente de ninguna otra semilla en el mundo. Está sellado en la convicción de que es un grano de mostaza de la misma manera que el espermatozoide sellado en el útero es consciente de ser hombre y solo hombre.
Un grano de mostaza es verdaderamente la medida de fe necesaria para lograr cada uno de tus objetivos; pero como el grano de mostaza, tú también debes perderte en la conciencia de ser solo la cosa deseada.
Permaneces dentro de este estado sellado hasta que estalla y revela tu reclamo consciente.
La fe es sentir o vivir en la conciencia de ser la cosa deseada. La fe es el secreto de la creación, el VAU en el nombre divino JOD HE VAU HE. La fe es el Cam en la familia de Noé. La fe es el sentido de sentimiento por el cual Isaac bendijo y dio realidad a su hijo Jacob. Por la fe, Dios (tu conciencia) llama a las cosas que no se ven como si fueran y las hace visibles.
Es la fe la que te permite volverte consciente de ser la cosa deseada. De nuevo, es la fe la que te sella en este estado consciente hasta que tu reclamo invisible madura y se expresa, se hace visible.
La fe o el sentimiento es el secreto de esta apropiación. A través del sentimiento, la conciencia que desea se une a la cosa deseada.
¿Cómo te sentirías si fueras aquello que deseas ser?
Usa el estado de ánimo, este sentimiento que sería tuyo si ya fueras aquello que deseas ser; y en poco tiempo estarás sellado en la creencia de que lo eres. Luego, sin esfuerzo, este estado invisible se objetivará; lo invisible se hará visible.
Si tuvieras la fe de un grano de mostaza, hoy, a través de la sustancia mágica del sentimiento, te sellarías en la conciencia de ser aquello que deseas ser.
En esta quietud mental o estado semejante a una tumba permanecerías, confiado en que no necesitas a nadie para rodar la piedra [Mateo 28:2; Marcos 16:3; Lucas 24:2; Juan 20:1]; pues todas las montañas, piedras e habitantes de la tierra no son nada a tu vista [Isaías 40:17; Daniel 4:32]. Aquello que ahora reconoces como verdadero de ti mismo (este estado consciente presente) hará según su naturaleza entre todos los habitantes de la tierra, y nadie puede detener su mano ni decirle, “¿Qué haces?” [Daniel 4:32]. Nadie puede impedir que este estado consciente en el que estás sellado se encarne, ni cuestionar su derecho a ser.
Este estado consciente, cuando está debidamente sellado por la fe, es una Palabra de Dios, YO SOY, pues el hombre así sentado está diciendo, “YO SOY esto y aquello,” y la Palabra de Dios (mi estado consciente fijo) es espíritu y no puede volver a mí vacía, sino que debe cumplir aquello para lo cual es enviada. La palabra de Dios (tu estado consciente) debe encarnarse para que sepas: “YO SOY el Señor… no hay más Dios que yo” [Isaías 45:5]. “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros” [Juan 1:14], y “Él envió su palabra, y los sanó” [Salmo 107:20].
Tú también puedes enviar tu palabra, la Palabra de Dios, y sanar a un amigo. ¿Hay algo que te gustaría escuchar de un amigo? Define este algo que sabes que a él le encantaría ser o poseer. Ahora, con tu deseo debidamente definido, tienes una Palabra de Dios. Para enviar esta Palabra en su camino, para hablar esta Palabra en ser, simplemente haz esto. Siéntate tranquilamente donde estás y adopta la actitud mental de escuchar; recuerda la voz de tu amigo; con esta voz familiar establecida en tu conciencia, imagina que realmente estás escuchando su voz y que te está diciendo que es o tiene aquello que querías que fuera o tuviera.
Impresiona en tu conciencia el hecho de que realmente lo escuchaste y que te dijo lo que querías escuchar; siente el escalofrío de haber escuchado. Luego, suéltalo completamente. Este es el secreto del místico para enviar palabras a la expresión, para hacer la palabra carne. Formas dentro de ti mismo la palabra, la cosa que deseas escuchar; luego escuchas y te lo dices a ti mismo. “Habla, Señor, porque tu siervo oye” [1 Samuel 3:9,10].
Tu conciencia es el Señor hablando a través de la voz familiar de un amigo e impresionándote aquello que deseas escuchar. Esta auto impregnación, el estado impreso en ti mismo, la Palabra, tiene formas y medios de expresarse que ningún hombre conoce. A medida que tienes éxito en hacer la impresión, no te moverás por las apariencias, pues esta auto impresión está sellada como un grano de mostaza y madurará a su debido tiempo a su plena expresión.
Capítulo 9 - El Anunciador
El uso de la voz de un amigo para impregnarse a uno mismo con un estado deseable se cuenta bellamente en la historia de la Inmaculada Concepción.
Se registra que Dios envió un ángel a María para anunciar el nacimiento de Su hijo.
“Y el ángel le dijo… concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo… Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto, pues no conozco varón? Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Porque nada hay imposible para Dios.” – Lucas 1:30-37
Esta es la historia que se ha contado durante siglos en todo el mundo; pero no se le dijo al hombre que estaba escrita sobre sí mismo, por lo que no ha recibido el beneficio que se pretendía darle.
La historia revela el método mediante el cual la idea o la Palabra se hizo carne. Dios, se nos dice, germinó o engendró una idea, un hijo, sin la ayuda de otro. Luego colocó Su idea germinal en el vientre de María con la ayuda de un ángel que le hizo el anuncio y la impregnó con la idea.
Nunca se registró un método más sencillo de la conciencia impregnándose a sí misma que el que se encuentra en la historia de la Inmaculada Concepción.
Los cuatro personajes en este drama de la creación son el Padre, el Hijo, María y el Ángel.
- El Padre simboliza tu conciencia.
- El Hijo simboliza tu deseo.
- María simboliza tu actitud receptiva de la mente.
- El Ángel simboliza el método utilizado para hacer la impregnación.
El drama se desarrolla de la siguiente manera. El Padre engendra un Hijo sin la ayuda de otro.
Defines tu objetivo; aclaras tu deseo sin la ayuda o sugerencia de otro.
Luego, el Padre selecciona a ese ángel que está mejor calificado para llevar este mensaje o posibilidad germinal a María.
Seleccionas a la persona en tu mundo que estaría sinceramente emocionada al presenciar el cumplimiento de tu deseo.
Luego, María aprende a través del ángel que ya ha concebido un Hijo sin la ayuda del hombre.
Adoptas una actitud receptiva de la mente, una actitud de escucha, e imaginas que estás escuchando la voz de la persona que has elegido para decirte lo que deseas saber. Imagina que lo escuchas decirte que eres y tienes aquello que deseas ser y tener. Permaneces en este estado receptivo hasta que sientes el escalofrío de haber escuchado las buenas y maravillosas noticias. Luego, como María de la historia, continúas con tu vida en secreto, sin decirle a nadie sobre esta maravillosa e inmaculada autoimpregnación, confiado en que a su debido tiempo expresarás esta impresión.
El Padre genera la semilla o posibilidad germinal de un Hijo, pero en una impregnación eugénica. No transmite el espermatozoide de Él mismo al útero. Lo lleva a través de otro medio.
La conciencia que desea es el Padre que genera la semilla o idea. Un deseo aclarado es la semilla perfectamente formada o el Hijo unigénito. Esta semilla luego es llevada del Padre (conciencia que desea) a la Madre (conciencia de ser y tener el estado deseado).
Este cambio de conciencia se logra a través del ángel o la voz imaginaria de un amigo que te dice que ya has logrado tu objetivo.
El uso de un ángel o la voz de un amigo para hacer una impresión consciente es la forma más corta, segura y segura de ser autoimpregnado.
Con tu deseo debidamente definido, adoptas una actitud de escucha. Imagina que estás escuchando la voz de un amigo; luego haz que te diga (imagina que te está diciendo) qué afortunado y afortunado eres de haber realizado plenamente tu deseo.
En esta actitud receptiva de la mente, estás recibiendo el mensaje de un ángel; estás recibiendo la impresión de que eres y tienes aquello que deseas ser y tener. El escalofrío emocional de haber escuchado aquello que deseas escuchar es el momento de la concepción. Es el momento en que te autoimpregnas, el momento en que realmente sientes que ahora eres o tienes aquello que antes solo deseabas ser o poseer.
A medida que emerges de esta experiencia subjetiva, tú, como María de la historia, sabrás por tu cambio de actitud mental que has concebido un Hijo; que has fijado un estado subjetivo definido y en poco tiempo expresarás o objetivarás este estado.
Este libro ha sido escrito para mostrarte cómo lograr tus objetivos. Aplica el principio expresado aquí y todos los habitantes de la tierra no podrán detenerte de realizar tus deseos.